LA ZONA DE INTERÉS

(The Zone of Interest, Gran Bretaña-Estados Unidos-Polonia, 2023)

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Dirección. Jonathan Glazer/ Guión. Jonathan Glazer, inspirado en la novela homónima de Martin Amis/ Fotografía en color. Lukasz Zal/ Música. Mica Levi/ Edición. Paul Watts/ Diseño de Producción. Chris Oddy/ Vestuario. Malgorzata Karpiuk/ Maquillaje. Waldemar Pokromsky/ Sonido. Maximilian Behrens/ Producción. Bugs Hartley, Ewa Puszczynska, Bartek Raisnki, James Wilson, A 24, Film 4 Productions, JW Films, Extreme Emotions, Access Entertainment/ Con. Christian Friedel (Rudolf Höss), Sandra Hüller (Hedwig Höss), Johann Karthaus (Claus Höss), Luis Noah Witte (Hans Höss), Nele Ahrensmeier (Brigitt Höss), Lilly Falk (Heideraut Höss), Anastazja Drobniak (Annagret Höss), Cecylia Pekala (Elfryda), Kalman Wilson (Schwarzer), Andrey Isaev (Bronek)/ Duración. 105 mins.

 

SINOPSIS

El comandante del campo de concentración de Auschwitz Rudolf Höss y su esposa Hedwig se esfuerzan en construir una vida de ensueño para su familia y su perro en una residencia con jardín que colinda con la temible fortaleza donde su marido dirige esa prisión de exterminio de miles de judíos…

 

La zona de interés obtuvo entre otros galardones: los Oscares a mejor película extranjera y mejor sonido. Festival de Cannes: Gran Premio del Jurado. Asociación de Críticos de Los Ángeles: Mejor película, dirección, actriz y banda sonora. Premios BAFTA (Reino Unido): Mejor película y sonido. Premios del Cine Europeo (EFA): Mejor sonido y más de 30 premios más.

 

Cine y nazismo

Fue a fines del siglo XX e inicios de éste, cuando las pantallas mundiales recuperaron por enésima ocasión un tema aparentemente agotado: el horror del segundo conflicto bélico, el holocausto judío y la barbarie nazi. Tan sólo, en 1998, tres películas exitosas acapararon las principales nominaciones en los Oscares: La delgada línea roja, Rescatando al soldado Ryan y La vida es bella, que abordaban los horrores de la guerra, pero desde perspectivas muy opuestas. Terence Malick apostaba por la poesía y la reflexión interior, Steven Spielberg por el homenaje y la visceralidad y Roberto Benigni concebía una emotiva y polémica fábula a medio camino entre la farsa, el comentario social y el humor negro.

      Más tarde, El pianista (2002) de Roman Polanski impactó al público con la historia real del pianista Wladyslaw Szpilman superviviente del guetto de Varsovia durante la ocupación nazi, al igual que el documental Sobibor (14 de octubre de 1943, 16.00 horas) (2001) de Claude Lanzmann, que narraba el levantamiento de un grupo de judíos contra sus celadores en dicho campo de exterminio. Después, Tom Cruise filmaba bajo las órdenes de Bryan Singer, Operación Valkyrie (2008) en la que interpreta al Coronel Claus Graf Schenk von Stauffenberg, oficial y aristócrata alemán ejecutado después de un fallido intento de asesinato contra Adolfo HItler ocurrido el 20 de julio de 1944, en una cinta que incluía locaciones originales como el Bendlerblock, donde Stauffenberg murió.

      En otra perspectiva: la del thriller, el drama romántico, el suspenso y el horror, incluso, coincidieron en el tema de la segunda guerra y la ocupación nazi, tres películas muy opuestas entre sí: La lista negra (Zwartboek, 2006) de Paul Verhoeven, El buen alemán (The Good German, 2006), película independiente y filmada en blanco y negro de Steven Soderbergh y Hannibal Rising (2007), coproducción franco-estadunidense de Peter Webber, acerca de la infancia y juventud del asesino en serie Hannibal Lecter, según un guión de Thomas Harris, a partir de su propia novela en un intento por recuperar la figura del refinado psiquiatra criminal, amante del arte, los buenos vinos y la carne humana como manjar exclusivo.

        A pesar de esa abundante filmografía sobre el exterminio masivo de judíos a manos de los nazis, el tema sigue causando escozor y peor aún si se trata de propuestas que desmitifican aquel hecho histórico terrible. En ese sentido El niño con el pijama de rayas (2008) dirigida por el británico Mark Herman a partir de la novela homónima de John Boyne, se emparenta con La vida es bella de Benigni, que proponía una visión poco solemne incluso fársica sobre los siniestros campos de la muerte ideados en la Alemania de Hitler.

        En efecto, se acusó al escritor Boyne de hacer del holocausto una suerte de Disneylandia como le ocurrió a Benigni. No obstante, ambos eligieron una forma sencilla, quizá descabellada y al mismo tiempo ingenua, para retratar una historia contada mil veces. Si en La vida es bella Benigni concebía una fábula casi surrealista sobre un hombre que intentaba ocultarle a su hijo el horror del nazismo, El niño con el pijama de rayas está contada desde la mirada de un niño de ocho años hijo de un alto comandante de la SS.

        Bruno, deja atrás su plácida vida en Berlín para mudarse a una zona aislada en el campo junto con su familia. El niño cuyo mayor deseo es convertirse en explorador, no entiende porque su hermana se deshace de sus muñecas parta cubrir de propaganda nazi su recámara, o que su padre no mueva un dedo cuando un subalterno maltrata al viejo judío que ha curado su pierna herida. Y mucho menos entiende, porque no puede salir de los límites del jardín de su casa, o porque en la “granja” vecina todos visten pijamas de rayas y el hecho de que su único amigo, Shmuel, un niño judío de su edad, lleva un número, siempre está triste, asustado, hambriento y viva detrás de una alambrada.

        A El niño con el pijama de rayas le faltó quizá una puesta en escena más contundente y dramática, no obstante y a pesar de varias de sus situaciones un tanto inverosímiles –el encuentro de Shmuel y Bruno en casa de éste-, elude el sentimentalismo lacrimógeno y propone un terrible relato moral en el que la candidez de dos inocentes los lleva directamente al horror como sucede en la escalofriante escena final en las duchas, en un filme sobre el odio irracional y la pérdida de la inocencia. En ese sentido, Martin Amis fue más allá al igual que Glazer con la adaptación de La zona de interés en la que cambia prácticamente toda la obra original pero mantiene el horror de la complicidad nazi en el exterminio desde un punto de vista doméstico y cotidiano apoyado a su vez en una impresionante banda sonora donde el sonido y la música se trastocan en personajes fantasmagóricos que nos recuerdan el espanto y la brutalidad que sucede detrás de una idílica casa de campo. De ahí a su vez, el demoledor final que traslada la acción a la época actual en el propio campo de concentración de Auschwitz como recordatorio de los infiernos y el salvajismo que el hombre es capaz de construir.

 

“Quería hacer una película sobre el ahora. No tenía ningún interés en hacer una película sobre este tema que pudieras dejar sin problemas, diciéndote a ti mismo: «Sucedió hace mucho tiempo. Ya no tiene nada que ver con nosotros». Pero no es así. La historia se sitúa en los últimos años de la guerra, pero el campo de Auschwitz, y la casa y el jardín en los que transcurre la película, eran todavía muy nuevos, unos pocos años como mucho. El campo tenía cinco años y todo era nuevo. Eran edificios nuevos que acababan de construirse. Quería que coincidiera, recrearlo, y luego encontrar la manera de filmarlo con una lente del siglo XXI. Retratar esta historia como algo actual, algo reciente…” –Jonathan Glazer, es.euronews.com-

 

La contraportada de La zona de interés de Editorial Anagrama aporta lo siguiente: “Esta novela demuestra una vez más que a Martin Amis no le tiembla el pulso a la hora de abordar temas controvertidos. Después de la demoledora Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, que levantó ampollas por su crudo retrato de lo peor de la sociedad británica, el autor regresa al nazismo y al Holocausto, que ya había tratado en La flecha del tiempo. Y lo hace desde un ángulo cuando menos sorprendente, cediendo la palabra a los verdugos, y sin renunciar a incomodar al lector con ciertos toques de comedia negra.

        Golo, un joven oficial sobrino del jerarca nazi Martin Bormann, llega a un campo de exterminio para trabajar en la puesta en marcha de una fábrica con mano de obra esclava. Seductor nato, no tarda en quedar prendado de Hannah, la esposa del comandante del campo, el grotesco Paul Doll. Y a este triángulo se une una cuarta pieza, el Sonderkommando Szmul, es decir, uno de esos judíos que colaboraban con los verdugos. Con la maquinaria de la crueldad como telón de fondo, la novela desarrolla una historia de amor y celos entre funcionarios de la barbarie. Es el marco para indagar en el horror y preguntarse: ¿qué sucede cuando descubrimos quiénes somos en realidad? ¿Cómo podemos llegar a aceptar las consecuencias de nuestros actos?”

 

La versión de Jonathan Glazer despoja a la novela de ese relato de celos y pasiones en pleno exterminio nazi y se sumerge en una historia familiar: la carne asada los domingos, la piscina, las flores que la mujer planta, los regalos que llegan del otro lado tanto para las empleadas domésticas como para la propia esposa en ese retrato doméstico que plantea el realizador de cómo sería la vida familiar durante esos cinco años (1940-1945) en los que él dirigió el campo de exterminio de Auschwitz, en Polonia…

         Lo que conciben Amis y Glazer es una radiografía de la banalidad del Mal con algunas señales inquietantes: los hornos crematorios del campo, disparos y gritos lejanos, las botas de Höss con manchas de sangre que limpian las sirvientas, o esa indigestión que le provoca el malestar estomacal y vómito al comandante para dar un salto al futuro, tenebroso y demoledor sobre el horror de las ideologías y la mezquindad del poder bajo los acordes inclementes de sonidos que nos martirizan y nos hacen conscientes de la pesadilla de lo que aquello debió ser …

 

“El horror está fuera de la pantalla. Creo que la gente está menos afectada, o quizás insensibilizada ante ciertas imágenes que todos hemos visto. No quería recrear esas imágenes. No quería reproducirlas de ninguna manera. Para mí no era lo correcto. Y no creo que sea lo correcto en este contexto. Pero sabía que el sonido iba a aportar esa dimensión. Cuando empecé a trabajar más, desde una perspectiva evocadora, me di cuenta de que el sonido era esencial y que iba a cimentar la película, y hacernos conscientes en todo momento del horror que se está perpetrando. El sonido tiene el poder de hacerlo… “ -–Jonathan Glazer, es.euronews.com-

 

RAFAEL AVIÑA

Centro histórico de la ciudad de México

22 de marzo 2024

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