BAJO LA ARENA

(Sous le sable, Francia-Japón, 2000)

BajoLaArena2

Dirección. Francois Ozon/ Guion. Francois Ozon, Marina de Van, Emmanuelle Bernheim, Marcia Romano/ Fotografía en color. Jeanne Lapoirie y Antoine Héberlé/ Música. Philippe Rombi, canción Septembre interpretada por Bárbara/ Edición. Laurence Bawedin/ Dirección de arte. Pascal Leguellec/ Vestuario. Pascaline Chavanne/ Diseño de Producción. Aranaud de Moleron/ Producción. Olivier Delbosc, Marc Missionner, Fidélite Productions, Euro Space, Haut et Courte/ Con. Charlotte Rampling (Marie Drillon), Bruno Cremer (Jean Drillon), Jacques Nolot (Vincent), Alexandra Stewart (Amanda), Pierre Vernier (Gérard), Andreé Tainsy (Suzanne), Maya Gaugler (mujer alemana, Damien Abbou (Jefe de salvavidas), David Portugais (joven salvavidas), Pierre Soubestre (policía)/ Duración. 92 mins.

SINOPSIS

Marie y Jean Drillon, tienen veinticinco años de casados. Han decidido tomar sus vacaciones en la región costera de Landes, en el oeste francés. Mientras ella reposa en la playa, él se mete al mar. Tiempo después, Marie se percata de que Jean ha desaparecido y sus esfuerzos para encontrarlo son infructuosos. Sin saber siquiera si ha muerto, Marie debe lidiar con la pérdida del ser amado, incluso sigue con su rutina cotidiana y se hace amante de un editor como una manera de evadir la realidad del duelo sobre el que gira este inquietante drama psicológico.

 

François Ozon aseguró en una entrevista, que la génesis de la película se debe a un suceso real atestiguado por él en su infancia. Estando de vacaciones con su familia en la playa, el realizador francés conoció a una pareja neerlandesa que rondaban los sesenta años; un día, el marido se metió a nadar sin regresar jamás. El cineasta recuerda aún al helicóptero sobrevolando las aguas en su búsqueda, imagen que habría de utilizar en el filme. La duda sobre el qué habría ocurrido después con aquella mujer, sería la inspiración de Bajo la arena. Por otra parte, el cineasta Ingmar Bergman declaró que ésta era una de sus películas favoritas contemporáneas.

Ozon reconoce que Bajo la arena constituye la primera contribución a una trilogía sobre el duelo que se completa con Tiempo de vivir (Le temps qui reste) y una tercera entrega aún sin filmar…”Que existan tantas formas de convivir con la muerte de alguien parece una obviedad, pero no lo es la forma elegida por el realizador para explorar el tema. Siempre encarando la situación de la ¿viuda? de manera oblicua, el director avanza por un camino lleno de ambigüedades que corresponde al espectador disfrutar (o padecer). Alucinaciones, regalos para un ser ausente, infidelidad respecto a una pareja desaparecida… Marie se encuentra en un estado de negación en donde la incertidumbre se impone a la realidad. Hábilmente, el director consigue que la duda se apodere también del cinéfilo, quien comparte así una pequeña porción de la desazón de la protagonista. La particular psicología de la pérdida se presenta así, lenta, dolorosamente en la pantalla como un amasijo de nostalgia, angustia e impotencia pero también como liberación, erotismo y lóbrego humor…” –información de Wikipedia-

 

         El mar, la playa, el tema del desequilibrio doméstico burgués y los rompimientos dramáticos a partir de situaciones extraordinarias en ambientes familiares, parecen ser los elementos constantes en una de las filmografías más atípicas y sorprendentes del cine francés contemporáneo, debido sobre todo a su brevedad y su economía de medios en producciones baratas pero muy lejanas de la estética de la serie B y similares -El pulpo (1998) de Guillaume Nicloux, por ejemplo-. En ese sentido, François Ozon (París, 1967), se ha convertido en uno de los cineastas europeos más originales desde fines del milenio pasado, debido a su intrigante manera de abordar asuntos cotidianos a través de una ironía cruel y devastadora como lo muestran por ejemplo: Frantz, Joven y Bella, o Por la gracia de Dios (sobre el tema de los sacerdotes pederastas).

        En sus primeros cortos como Mirando al mar (1997) y Un vestido de verano (1996)-, Ozon describía un enrarecido ambiente doméstico subvertido por la llegada de intrusos, como sucede en En la casa (2012). Una serie de fugaces encuentros sexuales y de acuerdos tácitos, componían relatos anómalos a medio camino entre el horror y la paranoia. Por su parte, en Comedia de familia/ Sitcom (1998), el escenario marino era transformado en un departamento de los suburbios parisinos, aquí, un forastero trastocaba de manera fatídica el enfermizo orden familiar. Y en Bajo la arena, unas vacaciones veraniegas en la región costera de Las Landas, toman un rumbo fatal e inesperado hacia un suspenso emocional que el cineasta lleva hasta sus últimas consecuencias.

         Resulta curioso comprobar que cineastas de prestigio como Claude Chabrol (La ceremonia, Gracias por el chocolate, La dama de honor) y realizadores relativamente más jóvenes como Dominik Moll (Harry, un amigo bien intencionado, El monje) y el propio Ozon, se inclinen por el thriller y el misterio desde una perspectiva anticlimática, lacónica y alejada de las fórmulas hollywoodenses. Desde sus títulos mismos, tanto Bajo la arena como En la casa, sugieren ya un extraño horror oculto y a punto de estallar y que en efecto, explota en la figura de una mujer madura y burguesa (Charlotte Rampling, sorprendente) cuando su marido desaparece de manera absurda y enigmática, como si se tratase de un capítulo de La dimensión desconocida o los Expedientes secretos X en versión francesa. Descripciones lacónicas, un horror que subyace en el interior a lo David Lynch y el miedo al círculo familiar, dan como resultado una experiencia abrumadora.

            Marie, la protagonista, una maestra de literatura inglesa, se sumerge en un estado de evasión y ambivalencia: es habitada por fantasmas en la creencia que no ha pasado nada hasta que la venganza matriarcal (el encuentro con la suegra)  y la evidencia policiaca final la sacan de su ensoñación. Marie se sumerge en su mundo, pretendiendo que nunca pasó nada y continúa con su rutina habitual, hasta que conoce a un hombre, el editor Vincent que la corteja y no es sino hasta el momento en que se localiza el cadáver de Jean quién en apariencia se suicidó, que ella sale de sus ensoñaciones. Bajo la arena narra con sutileza el proceso interno de la protagonista y sus demonios interiores en una situación en donde nada queda claro: ¿Se trata de una huida del marido, un accidente, un suicidio?

       Y es que la cinta de François Ozon va descubriendo los pliegues de un drama sicológico y un retrato femenino disfuncional: las verdades a medias, los misterios inexplicables, los desasosiegos afectivos y amoroso y el miedo a la soledad a partir del shock que provoca la ausencia del ser amado (Bruno Cremer), quien se ha esfumado sin dejar rastro alguno.

       Lo más interesante de un cineasta como Ozon, responsable también de otras obras atípicas como: Ocho mujeres (2002) y Mujeres al poder/Potiche (2010), parábolas sociales y profundamente feministas, o de relatos extraños que aluden a la paranoia de lo diferente, de lo otro, como El refugio (2009) o Ricky. Sólo los niños van al cielo (2009), o la devastadora y melancólica Joven y bella (2013), es que sus películas pueden observarse también desde múltiples aristas. Una mirada desconcertante para abordar temas cotidianos a través de la ironía y una sorprendente sencillez y economía de medios, tanto en la puesta en escena como en el diseño de producción: firma de uno de los directores europeos más insólitos hoy en día, cuya última película es Mi crimen (2023), una recreación de los años treinta en una comedia fársica sobre un extraño asesinato del que es acusada una atractiva actriz.

 

RAFAEL AVIÑA

Centro Histórico de la ciudad de México

14 de septiembre 2023

Deja un comentario