OBABA (España, 2005)

ObabaDirección. Montxo Armendáriz/ Guión. Montxo Armendáriz, inspirado en varios relatos del libro Obabakoak de Bernardo Atxaga/ Fotografía en color. Javier Aguirresarobe/ Música. Xavier Capellas/ Edición. Rori Sáinz de Rozas/ Dirección de Arte. Julio Esteban y Julio Torrecilla/ Con. Bárbara Lennie (Lourdes), Pilar López de Ayala (Profesora), Juan Diego Botto (Miguel), Eduard Fernández (Lucas), Peter Lohmeyer (Ingeniero), Héctor Colomé (Ismael adulto), Pepa López (Merche adulta), Txema Blasco (Tomás adulto), Mercedes Sampietro (Madre de Miguel), Lluís Homar (Esteban adulto)/ Duración. 100 mins.

Sinopsis

 

Lourdes de 25 años es una estudiante de la Licenciatura en Artes Visuales en el País Vasco. Decidida a terminar su tesis escolar, emprende un viaje hacia la zona de Navarra y se sumerge en los territorios de un pueblo oculto en las montañas llamado Obaba, con el fin de realizar una investigación sobre una mina y un ingeniero que vivió en el lugar, tío abuelo de un compañero suyo de la Facultad. Con su cámara de vídeo se propone atrapar la realidad de Obaba, de su particular y cerrado universo, de la obsesión de los lugareños por las lagartijas verdes que abundan en los alrededores, de sus historias ocultas, del ayer y del presente actual. Sin embargo, Obaba no es el lugar que Lourdes ha imaginado, y pronto descubre que quienes viven allí, como Merche, Ismael, Lucas o Tomás, están anclados en un pasado del que no pueden –o no quieren- dejar atrás. A través de ellos y de Miguel, joven desenvuelto, alegre y fanático de la música, con quien establece una relación y cuyos padres también tienen una historia importante en Obaba, Lourdes empieza a armar el rompecabezas de ese pueblo y de los hombres y mujeres que habitan ahí: en su época de niños o en su etapa adulta y décadas después, cuando apenas les quedan ilusiones. Retazos de unas vidas que provocan pasiones, envidias y violencia. Como la joven maestra que pasea su soledad por las calles de Obaba. O la del adolescente Esteban que recibe extrañas cartas de una mujer alemana. O el inteligente niño Tomás que de adulto ha quedado afectado de la cabeza ya que una lagartija le comió el cerebro. Con todo ello, Lourdes intenta resolver el acertijo de Obaba que intenta atrapar con su cámara de vídeo. Pero siempre hay algo que falta, que se escapa, que no se alcanza a comprender. Como el misterioso comportamiento de aquellos lagartos verdes que habitan en la zona. Un misterio que nadie, ni siquiera la video cámara de Lourdes, es capaz de revelar.

Traducida a más de 25 idiomas, elogiada por la crítica y el público, Obabakoak/ Obaba, es una joya literaria de imaginación arrebatadora, en la que su autor consigue sumergir al lector en los ambientes y situaciones que describe. El libro de cuentos, escrito en euskera, obtuvo el Premio Nacional de Literatura, el premio de la Crítica y el premio Euskadi entre otros. Se trata de un lugar imaginario creado por Bernardo Atxaga, seudónimo de José Irazu Garmendia (Guipúzcoa, 1951), hijo de un carpintero y una maestra y cuya obra abarca cuento, novela, ensayo y poesía. Atxaga, además de ser el autor en euskera más leído y traducido y de pertenecer a la Real Academia de Lengua Vasca, creó ese espacio extraño, misterioso e indeterminado llamado Obaba, en donde se sitúan algunas de sus narraciones más conocidas, como: Sugeak txoriari begiratzen dionean (Cuando la serpiente mira al pájaro) (1984), Bi letter (Dos letras) (1984), Bi anai (Dos hermanos) (1985) y en particular Obabakoak (1988) que inspiró la película Obaba con la que el cineasta vasco Montxo Armendáriz rinde un atractivo y emotivo homenaje a esa geografía imaginaria de Atxaga, que remite a espacios presentes en la infancia del autor que sirven de excusa narrativa para transmitir un mundo antiguo en el que no rige la causalidad lógica sino la mágica. La oposición entre naturaleza y cultura es la que condiciona el devenir de los acontecimientos en Obaba. En realidad, se trata de un mundo atrapado en el ayer, en el que no existen palabras como “depresión” o “esquizofrenia” y donde se recurre a los animales para explicar acontecimientos incompresibles para sus habitantes, como la creencia de que un lagarto puede volvernos locos tras introducirse por nuestro oído. La compleja estructura de la novela sirve al realizador para trazar un bello, pausado y absorbente caleidoscopio intimista de personajes. Un retrato colectivo y coral de corte nostálgico, en ocasiones emotivo, enigmático, poético, e incluso aterrador.

Luego de su explosiva cinta sobre una juventud abúlica, violenta y dependiente del sexo y las drogas, Historias del Kronen (1994) y de su exitoso y depurado trabajo Secretos del corazón (1997), una sensible visión de la infancia, ganadora del premio Ángel Azul en el Festival de Berlín y nominada al Óscar como Mejor Cinta Extranjera, el director nacido en Navarra hacia 1949, Juan Ramón Armendáriz Barrios, mejor conocido como Montxo Armendáriz, Premio Nacional de Cinematografía y ganador del Goya a Mejor Guión por Historias del Kronen, regresa con Obaba, al cine introspectivo de sus tres anteriores obras: Tasio (1984) 27 horas (1986) y Las cartas de Alou (1990). En una línea semi documental y semi realista, el ex documentalista Armendáriz (Carboneros de Navarra, 1981), intenta unir los relatos íntimos de seres marginales y olvidados rescatados por la cámara de su protagonista que encarna la guapa Bárbara Lennie.

Inconsciencia total, irresponsabilidad, ignorancia y una amoralidad que se traduce en situaciones violentas, según el punto de vista nihilista de Madrid a fin de milenio, eran los temas de Historias del Kronen. Secretos del corazón se adentraba en los temores infantiles a partir de una historia de aprendizaje y madurez que sucedía en Pamplona, España, en la década de los sesenta. Un país en las postrimerías de la dictadura franquista que empezaba a abrirse a la modernidad (las baladas juveniles, las medias de nylon, las llantas Michelin) y que al mismo tiempo mantenía intactos los insondables misterios de provincia. En Silencio roto (2001), narraba una historia de amor que remitía a los maquis, aquellos guerrilleros ocultos en la sierra, liderados, principalmente por el joven Manuel Girón, analfabeta pero valiente estratega. Personaje real que aparece en los recuerdos de los ancianos entrevistados por el realizador Javier Corcuera en La guerrilla de la memoria (2002) producida precisamente por Montxo Armendáriz y el equipo que hizo posible Silencio roto, en un afán de presentar la parte real y los rostros verdaderos que inspiraron su relato de ficción. A Escenario móvil (2004), roadmovie musical y documental, le siguió Obaba y más recientemente No tengas miedo (2011), drama sobre una joven traumatizada por una oscura infancia que intenta rehacer su vida.

El epicentro de un filme difícil de clasificar como lo es Obaba, es sin duda el viaje iniciático que encara la protagonista, quien no sólo va descubriendo varios de los aspectos emocionales del lugar y sus personajes: la soledad, la frustración, la locura, el desarraigo, la tristeza, el amor, sino que encuentra en ese paisaje atípico, onírico y fascinante la razón de su vida, apoyada en ese personaje que no quiere marcharse de allí, encarnado por Miguel, mismo que se trastoca en alegoría de la integración del pueblo. Con la ayuda del extraordinario cinefotógrafo Javier Aguirresarobe y una especial sensibilidad para dirigir actores, ya sean niños o histriones consagrados, en particular la estupenda y joven actriz Pilar López de Ayala, el cineasta vasco Montxo Armendáriz saca partido de las hermosas locaciones en Álava y Navarra y de un eficaz reparto, a pesar de que algunas historias son superiores a otras y que es evidente que no se les ha prestado la debida atención a todas –por ejemplo, la historia de los hermanos Pellot, o la del hijo del alemán en época actual-. Pese a ello, la maestría del realizador consigue sacar adelante un relato que compitió en San Sebastián y fue la elección española para concursar en la entrega de los Oscares.

Hay mucho de contemplativo en el cine de Armendáriz y en particular en Obaba. Lo interesante es que a través de la cámara de la protagonista y más aún de la propia cámara de Aguirresarobe descubrimos mucho más de aquello que salta a la vista, y así, poco a poco, se van desarrollando ante el espectador las pasiones y las verdades a medias del lugar a través de sus habitantes. Lo primero que Lourdes encuentra en ese camino a Obaba, surcado de curvas, es a un hombre (Ismael) acariciando a un lagarto verde. Más tarde por medio de lo que captura la lente de su cámara y de los testimonios de los lugareños, va descubriendo a personajes como la solterona Begoña, su hermano Tomás, quien ha quedado sordo y loco. El propio Ismael, responsable del Hostal “El Lagarto”. A la antigua profesora del pueblo, madre de Miguel casada con Manuel, un labriego más joven que ella. Lucas Pellot, cuya hermana Lucía murió ahogada durante una excursión escolar. O Esteban, profesor en una Universidad cercana, hijo de un inmigrante alemán ex responsable de una mina, ahora abandonada, hasta convertirse ella misma en otro personaje más de ese extraño, fascinante y cerrado universo que es Obaba.

La doble moral de los pequeños pueblos, las historias que se mueven entre lo real y lo imaginario en universos rurales, las fantasías infantiles desde la perspectiva de los adultos, los misterios insondables de la naturaleza y de los campos navarros. La aparente tranquilidad y bonhomía de provincia, cuyos parajes parecen en efecto, una fachada que oculta otras realidades vehementes y contenidas o secretos ocultos. Todo ello, bajo una extraña luz y una inquietante banda sonora –que incluye la canción Ella del mexicano José Alfredo Jiménez- que consigue crear una atmósfera asfixiante y enigmática, de ese pueblo que acaba por absorber a los lugareños y a sus visitantes. Al igual que en sus anteriores trabajos, Montxo Armendáriz recurre a la nostalgia como elemento catalizador de las historias, a través del flash back. De hecho, el realizador consigue estructurar con sensibilidad los diversos planos temporales: el pasado en el que se despliegan las historias que constituyen el trasfondo sobre el que se sustenta el mayor peso dramático de la película y un presente el que se interpreta y se otorga sentido a los relatos, amarrando sentimientos, relaciones y pensamientos ligados a ese pasado. Como en Tasio  y en Secretos del corazón, los niños y adolescentes adquieren un especial protagonismo. Y el personaje de Lourdes que no existe en el libro, quien trabaja con un material fragmentado, se convierte en una suerte de alter ego del propio cineasta: el elemento que da coherencia a todos los relatos para propiciar una reflexión sobre la propia creación cinematográfica. Desde las primeras escenas a través del auto de la protagonista que avanza por aquella carretera nocturna que recuerda a Twin Peaks (David Lynch, 1990), nos sumergimos en ese pueblo mágico que parece revivir o cobrar sentido justo al aparecer ante nosotros un lagarto: el animal fantástico, figura supersticiosa y pagana en que se transmuta el espíritu insondable y misterioso de Obaba.

RAFAEL AVIÑA

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