HAGEN Y YO (Fehér isten/White God, Hungría, Alemania, Suecia, 2014)

Dirección. Kornél Mundruczó/ Guión. Kornél Mundruczó, Viktória Petrányi y Kata Wéber/ Fotografía en color. Marcell Rév/ Música. Asher Goldschmidt, Rapsodia húngara No. 2 de Franz Liszt/ Edición. Dávid Jancsó/ Diseño de arte. Panni Lutter/ Producción. Malte Forssell, Viola Fügen, Eszter Gyárfás, Max Hallén, Gábor Kovács, Viktória Petrányi y Fredrik Zander/ Entrenador canino. Árpád Halász/ Con. Zsófia Psotta (Lili), Sándor Zsóter (Dániel, el padre), Lili Horváth (Elza, la madre), Szabolcs Thuróczy (el viejo), Károly Ascher (Péter), Erika Bodnár (la vecina), László Gálffi (el maestro de música), Ervin Nagy (carnicero), perro Body (Hagen)/ Duración. 119 mins.

 

SINOPSIS

Hungría, época contemporánea, quizá un futuro cercano. Lili, una adolescente quien toca la trompeta en una escuela de música, se ve obligada a vivir con Dániel, su padre, antiguo profesor universitario convertido en inspector de un rastro, cuando la madre se va con el nuevo novio a un congreso de tres meses sin la menor preocupación. Lili no está sola: carga con su perro labrador-callejero Hagen. La situación crea un conflicto, ya que el padre no quiere que el perro habite con ellos, para colmo una vecina molesta por la llegada del animal al edificio, da aviso a las autoridades, ya que una nueva ley dictamina que los canes que no son de raza pura deberán irse a la perrera. Lilí tiene 13 años y está dispuesta a hacer cualquier cosa para proteger a su perro. No entiende la disposición gubernamental que le parece cruel y sin sentido. Tampoco acepta los argumentos de su padre y le invade la desesperación cuando éste abandona a Hagen en una avenida. Lilí odia a su padre por obligarla a traicionar a su gran amigo. Todavía cree que el amor lo puede todo y se lanza en su búsqueda, decidida a rescatarlo como sea. Hagen también intenta regresar a su casa. En su lucha por la supervivencia descubre que no todos los seres humanos son los mejores amigos del perro. En su largo recorrido a través de la ciudad se enfrenta a situaciones cada vez más difíciles y duras. Huye de los empleados de la perrera municipal, un mendigo le explota y acaba cayendo en manos de un brutal entrenador de perros de pelea. Hagen consigue huir y se une a una manada de perros abandonados. Poco a poco, Lili empieza a aceptar la idea de que nunca volverá a ver a Hagen. Su decepción es enorme y por ello bebe alcohol en una fiesta, sin embargo, se esfuerza por concentrarse en el concierto anual de la Escuela de Música y en vivir como una adolescente normal. Hagen es capturado y acaba en la perrera: consigue escapar con los otros canes, que se rebelan contra los seres humanos. Su venganza es despiadada, e iniciará una violenta revuelta canina que sacudirá a la ciudad. La valerosa Lilí quizá sea la única persona capaz de detener esa azarosa guerra entre perros y humanos.

 

 

Impresionante filme sobre el arte musical, el paso de la infancia a la adolescencia, el amor a los perros, la violencia y la estupidez adulta, ganador del Premio Euroimages en el Festival de Cine de Sevilla y del galardón a la Mejor Película en la Sección Una cierta mirada en el Festival de Cannes.

 

“No es ningún secreto que, después de las películas que he hecho hasta ahora, me inclino por experimentar con el género. La primera entrega de estos experimentos es Hagen y yo, inspirada en las cada vez más rencorosas y absurdas relaciones sociales. En mi opinión, paralelamente a las dudosas ventajas de la globalización, el sistema de castas se ha hecho más palpable. La superioridad se ha convertido en el privilegio de la civilización blanca occidental y es casi imposible que no nos aprovechemos de ello. Sí, nosotros somos los miembros de esa masa privilegiada. Por eso he querido crear una película que deje entrever las intensas pasiones existentes en el otro lado y que critique nuestra detestable seguridad llena de mentiras y verdades a medias, basada en la domesticación de las minorías, al tiempo que solo deseamos destruirlas, negándonos a reconocer las desigualdades, y rehusando creer en una cohabitación pacífica y tranquila” –Entrevista al realizador Kornél Mundruczó Lahiguera.com-

 

 

El cine más reciente, propone un retrato de niños de diversas nacionalidades que surgen como esencia del horror y los conflictos. En una versión más amable aunque no menos dramática y xenofóbica que Paisaje en la niebla (1988) del griego Theo Angelopoulos, Xenia (2014) de Panos H. Koutras, narra la Odisea de dos jóvenes hermanos (uno de ellos gay), de madre albana y abandonados por el padre, a través de un universo helénico de irrealidad e insólita solidaridad emocional. Niños rebeldes que transitan de la infancia a la adolescencia en la provincia francesa mientras ocurren una serie de horrendos crímenes seriales es el tema de la brillante comedia negra de Bruno Dumont: El pequeño Quinquin (2014).

Un exacerbado drama de mutilación genital, venganza y culpa involucra a un adolescente en la coreana Moebius (2013) de Kim Ki-duk. Un infante albino en África, es objeto de burlas y amenazas debido a creencias ancestrales en Sombra blanca (2014) de Noaz Dehes. Luego de ocho años de la desaparición de una niña, surge la evidencia que sigue viva: todo es obra de un sofisticado secuestrador pedófilo, en una nueva inmersión en tópicos de culpa, tecnología, ausencia y abandono infantil del armenio-canadiense Atom Egoyan en el inquietante y atípico thriller Cautiva (2014).

Al lado de estas historias de redención, coacciones y abuso infantil, aparece otro insólito relato que se vale de una trama en apariencia convencional, para mostrar una alegoría sobre la discriminación y el ultraje a las minorías étnicas así como la represión a los menores de edad. Se trata de la coproducción húngara-alemana-sueca: Hagen y yo (Fehér isten/White God, 2014) de Kornél Mundruczó. En las primeras imágenes, una niña de trece años parece huir de una amenazante y violenta jauría de perros en una ciudad europea abandonada, como décadas atrás miles de judíos y otras etnias eran perseguidas y sometidas a brutales torturas y experimentos por las huestes del nazismo.

Arriesgado es quizá la palabra que mejor define al cineasta húngaro Kornél Mundruczó. Johanna (2005) era una puesta al día en tono operístico de la historia de Juana de Arco. Delta (2008), ganadora del Premio Fipresci en Cannes, tomaba como inspiración dos tragedias clásicas: Electra de Eurípides y Hamlet de Shakespeare para contar una historia de incesto. Dulce hijo (2010), apostaba por una muy libre adaptación contemporánea de Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley, protagonizada por el propio realizador, en el papel de un director de cine que busca al protagonista de su nueva película en un casting con personas sin experiencia. Hasta ahí, llega un joven de 17 años que acaba formando parte de ese experimento que se sale de control y que muestran la furia autodestructiva del personaje, cuando el director lo encierra con una chica y una cámara para filmar una improvisación que termina en un asesinato.

 

La intolerancia y la estulticia de los adultos como sinónimo de una absurda reglamentación que impone altos impuestos a los dueños de perros que no sean de raza pura, provoca que el animal caiga en manos de un sujeto sin escrúpulos dedicado a espectáculos caninos violentos. Hagen será sujeto a una serie de experimentos y agresiones de una crueldad mayúscula para convertirse en una bestia sedienta de sangre. Sin embargo, Lili y Hagen están destinados a encontrarse de nuevo bajo los acordes de la Rapsodia húngara No. 2 de Franz Liszt.

En Hagen y yo, caben toda clase de insólitas referencias: desde las caricaturas de Tom y Jerry a Rambo y Mad Max (humanos acosados y convertidos en bestias), Amores perros de Alejandro González Iñarritu, El experimento del alemán Oliver Hirschbiegel y las sagas de El planeta de los simios. Más interesante aún, es que se encuentra en el extremo opuesto de las historias de niños y animales o de perros protagonistas vistas por Hollywood (Cujo, Hachiko y más). Aquí, la cámara adopta el punto de vista de los animales y sin utilizar un solo efecto de computadora crea escenas bellísimas e impactantes en esa violentísima rebelión de los perros que lidera Hagen, en un mundo donde la severa y convencional mirada adulta y los odios raciales pueden contenerse a través del arte, en particular la música.

 

“Quería que el perro simbolizara al eterno paria cuyo amo es su dios. Siempre me han interesado las características de Dios. ¿Dios es realmente blanco? ¿Cada persona tiene un dios propio? El hombre blanco ha demostrado una y otra vez que solo es capaz de gobernar y colonizar. Las dos palabras del título son contradictorias, por eso me parecieron fascinantes… La película no solo es una crítica de la Hungría actual, sino de la Hungría futura, donde una clase dirigente compuesta por muy pocas personas domina a la mayoría. Pero ocurre lo mismo en toda Europa. Un pequeño grupo formado por la élite se reserva el poder y, como si se tratara de un reality show, los políticos se convierten en auténticas estrellas a las que apoyamos o no. Me parecen tendencias muy peligrosas. Si no nos preocupamos, las masas se alzarán algún día”. -Entrevista al realizador Kornél Mundruczó. Lahiguera.com-

 

Rafael Aviña

Centro Histórico de la Ciudad de México

Martes 26 de mayo de 2015

Deja un comentario