DULCE PORVENIR (The sweet hereafter, Canadá, 1997)

Dirección. Atom Egoyan/ Guión. Atom Egoyan, inspirado en la novela de Russell Banks/ Fotografía en color. Paul Sarossy/ Música. Mychael Danna/ Edición. Susan Shipton/ Dirección de arte. Kathleen Climie/ Diseño de Producción. Phillip Barker/ Vestuario. Alex Reda Beth Pasternak Joan Boyko, Pat Blow, Patricia Boulden/ Efectos especiales. Curtis Bradshaw, Dawn Rivard, Jeff Skochko, Robert Moon, Teo Moon/ Producción. Ego Film Arts, Harold Greenberg Fund, The, Movie Network, The (TMN), Canadian Film or Video Production Tax Credit (CPTC), Téléfilm Canada, Alliance Communications Corporation, Gort of Canada; Atom Egoyan, Camelia Frieberg/ Con. Ian Holm (Mitchell Stevens), Caerthan Banks (Zoe Stevens), Sarah Polley (Nicolle Burnell), Tom McCamus (Sam Burnell), Gabrielle Rose (Dolores Driscoll), Alberta Watson (Risa), Maury Chaykin (Wendell, su marido), Stephanie Morgerstern (Allison, amiga de la infancia de Zoe), Kirsten Kieferle (azafata), Arsinée Khanjian (Wanda), Earl Pastko (Hartley, su marido), Simon Baker (Oso, su hijo adoptivo), David Hemblen (Abbott, marido de Dolores), Bruce Greenwood (Billy, amante de Risa)/ Duración.112 mins.

SINOPSIS

En un pequeño pueblo de Canadá tiene lugar un funesto percance carretero: un autobús escolar con rumbo al colegio, derrapa en el camino y se hunde en un lago congelado con varios de los niños de la zona. El ambiente del lugar se trastoca por completo; se vuelve hostil, agresivo y frustrante. Todos los familiares afectados y las dos únicas sobrevivientes del accidente: la adolescente Nicole Burnell y la conductora del autobús, Dolores, se sumergen en sentimientos de culpabilidad y furia. Al día siguiente de los trágicos sucesos, se presenta el abogado Mitchell Stevens con el fin de representar a las familias afectadas levantando una demanda contra la empresa de transportes, ya que a pesar de que el pueblo ha aceptado el hecho como un accidente (por ser Dolores una mujer del lugar), para Mitchell siempre existe algo que perseguir, para él, los accidentes no existen. Su manera de actuar está relacionada con su propia miserable vida a partir de los sentimientos encontrados hacia su propia hija Zoe, que él considera perdió por las drogas. Finalmente, la mayoría de los padres convencidos de que sí existe culpable, optan por contratar a Mitchell. Sin embargo uno de ellos, Billy, padre de dos niños y amante de Risa, quien a su vez perdió a su hijo, se niega a aceptar; pues ya ha tenido antecedentes de la pérdida de su esposa, lo que le ayuda a mantener la calma y la sangre fría sobre lo sucedido con los pequeños. Nicole, quien ha vivido en la ilusión de convertirse en estrella de rock, se da cuenta que el accidente que la dejó lisiada no solo se llevó ese deseo, sino también la intimidad acostumbrada con su padre, quien abusa de ella. Billy de alguna forma la sacará de ese marasmo emocional al entender que su padre no es más que un mentiroso a quién le interesa el dinero. Sam el padre de Nicole, es el flautista de Hamelin que la engaña para saciar sus deseos. Este aspecto la lleva a declarar mentiras al aportar su testimonio ante los jueces, con el solo motivo de reprocharle a su padre el abandono. El juicio contra la empresa de autobuses se pierde y cada familia es esparcida a distintos pueblos para buscar un dulce porvenir.

 

 

Terrible relato realizado con una sobriedad y una sutileza tal, que convierte la trágica historia en un drama emocional complejo y potente que crea un suspenso permanente y una sensación de melancolía que invade la trama. Dulce porvenir obtuvo la nominación al Oscar por Mejor Director y Guión. A su vez, ganó el Premio del Jurado, Premio Fipresci y Premio Ecuménico en el Festival de Cannes. Mejor película canadiense en el Festival de Toronto. Espiga de Oro a la Mejor Película en el Festival de Valladolid. Obtuvo la mayoría de los Premios Genie a lo mejor del cine canadiense: Mejor Película, Director, Actor (Ian Holm), Fotografía, Música, Sonido y Edición de sonido. Mejor Película Extranjera Independent Spirit Award

 

 

“El singular Egoyan sorprende con un magistral retrato del abismo de la desolación y del sinsentido de la pérdida en esta sensible y conmovedora película, que refleja como pocas la tristeza y el vacío que cunde entre la población de un pequeño pueblo canadiense ante la brutal irrupción de la más dolorosa de las tragedias. Insoportable tranquilidad y alambicado desasosiego se alternan en este drama de bello título”. -Pablo Kurt, filmafinity-

 

 

Desde su debut en Next of Kin (1984), hasta su más recientes filmes de corte comercial: El nudo del diablo (2013), Cautivos (2014) y Recuerda (2015), Atom Egoyan, cineasta armenio-canadiense (El Cairo, 1960), ha construido una obra delirante y original, a partir de una técnica sencilla y una intrincada temática, que ha servido para retratar los procesos de deshumanización del individuo y sus relaciones de dependencia a través de la tecnología. Perturbadores ejercicios de minimalismo extremo, con personajes sumidos en un caos de sexualidad y culpa que interaccionan con el video y otros medios similares.

Un adolescente descubre el trauma de sus padres adoptivos a partir de un video en Next of Kin. En Escenas familiares (1987), un tiránico padre utiliza el video casero para controlar a su hijo y a su amante, y para dar rienda suelta a sus fantasías sexuales. En Partes habladas (1989), una joven se deleita observando en un monitor, las breves apariciones de su compañero de trabajo en filmes de bajo presupuesto, quien a su vez, se relaciona con una guionista que conserva en video a su hermano muerto, como sucede con el protagonista de Exótica (1993), quien retiene en una cinta casera a su hija y esposa fallecidas.

Si en Partes habladas y El ajustador (1991), los hoteles formaban una suerte de mundo paralelo e ilusorio, en Exótica, el centro nocturno que lleva ese mismo nombre, funciona como una suerte de universo escapista, un sitio de increíble sensualidad , al que asisten sobre todo, hombres maduros que buscan evadir su gris realidad a razón de cinco dólares, lo que cuesta un agitado striptease que ejecutan bellas bailarinas como Cristina, una jovencita cuya rutina es un número erótico donde simula ser una muchachita escolar.

Egoyan es autor a su vez de Calendario (1992), obra masoquista y perversa, centrada en un fotógrafo que retrata viejas iglesias armenias y asiste al derrumbe de su matrimonio, cuando un guía local, enamora descaradamente a su bellísima mujer. Por su parte, Next of Kin muestra ya, algunas de sus constantes, como el extranjero que intenta integrarse, los temas de soledad e incomunicación y el video como un ente moral y un instrumento terapéutico, que están presentes también en Dulce porvenir y en Cautivos. Ligado en sus inicios a cineastas canadienses independientes, como Ron Mann (Comic Book Confidential, Twist), Bruce McDonald (Highway 61) y Guy Maddin (Careful!), ha conseguido crear un universo exótico de imágenes descompuestas, procesadas electrónicamente y ligadas a sentimientos de culpabilidad y necrofilia. Su filmografía, conectada entre sí por la obsesión de la imagen, el video, la TV y la pornografía casera, lo ha convertido indiscutiblemente en un realizador de culto, recurriendo a los home movies, las cámaras vigilantes y otras nuevas tecnologías de las imágenes.

Y sobre todo a los procesos sicológicos de sus personajes, cuyas historias, están ligadas a sentimientos de culpabilidad, frustración sexual y pérdidas físicas y amorosas. De Egoyan, se ha dicho, que su cine es la simple repetición de un solo tema y una sola situación; de ahí, la interconexión entre un filme y otro, ya sea por el uso del video y la TV, o por la coincidencia de lugares: hoteles, sitios en ruinas, o aeropuertos, como lo muestra. Por el contrario, el cineasta parte de una premisa similar para explorar nuevas situaciones límite, avanzando cada vez más, en una línea dramática y melancólica como ocurre en Dulce porvenir.

No obstante, después de Ararat (2002), donde el realizador dejó atrás sus universos cerrados y personales para recuperar sus raíces armenias, padeció los cambios que afectaron al cine canadiense de autor en el nuevo milenio. El gobierno canadiense, en general un benefactor generoso del cine de calidad, dio un ultimátum a David Cronenberg, Atom Egoyan y otros más, quienes debían atreverse a realizar un cine más comercial o les suspenderían los apoyos de Telefilm Canada, que aspira a competir con Hollywood. Así, mientras Cronenberg se fue a New Line en Los Ángeles, Egoyan ha intentado mantener cierta independencia, a partir de su primera película con apoyo de Hollywood: Donde está la verdad (2005) con Kevin Bacon y Colin Firth.

 

 

Pesimismo y pérdida son en buena medida el eje de una de las filmografías más perturbadoras del cine contemporáneo: la del canadiense Atom Egoyan quien apareció nominado al Oscar como Mejor Director y Adaptador con Dulce porvenir, en la que recurrió por vez primera a una fuente ajena. El protagonista es un espléndido Ian Holm, un abogado quien sufre la tragedia de su hija adicta a las drogas a quien una vez le devolvió la vida a un paso de quitársela al verse en la necesidad de practicarle una peligrosa cirugía doméstica.

Un autobús escolar vuelca en el hielo y en ese trágico accidente fallecen una veintena de niños y la única sobreviviente ha sido confinada a una silla de ruedas. Holm emprende una cruzada para demandar a la fábrica de camiones pero su presencia sólo sirve para catalizar el dolor de los familiares, enrareciendo aún más ese ambiente de frustración y resentimiento que evoca el siniestro relato del Flautista de Hamelin. Un mosaico de dolor y desesperanza alimentado por una inquietante necrofilia que gravita a lo largo del relato, tan cercana a Egoyan uno de los mayores cineastas de los años noventa.

Se trata de un realizador potente y minimalista, seducido por los temas de infancia y adolescencia vulnerada y los procesos de duelo, a través de historias ligadas a sentimientos de culpa, frustración sexual, nota roja y pérdidas físicas. Sugiere con cierta sutileza, los horrores que subyacen en el relato del flautista de Hamelin en la figura de un padre que abusa de su hija y en la tragedia de un grupo de niños que son llevados al vacío como sucede en el mismo relato infantil. Dulce porvenir es una de esas películas que quedan grabadas para siempre en la memoria contada a través de los testimonios de varios de los implicados en la funesta historia y en las propias reflexiones que atormentan al protagonista en relación al destino de su hija o la joven Nicole, confinada a una silla de ruedas que representa a aquel niño tullido que el flautista abandona y olvida y sobre todo con la extraña y consentida relación de incesto que mantiene con su padre. Lo curioso es que el futuro final no es desolador, sino esperanzador con la ilusión de dejar atrás las heridas abiertas.

 

 

Rafael Aviña

Centro Histórico de la Ciudad de México

14 de octubre 2016

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