ADIÓS A MI CONCUBINA (Bawang Bieji/ Farewell My Concubine, China-Hong Kong, 1993)

Dirección. Chen Kaige/ Guión. Lilian Lee y Lu Wei, inspirado en la novela de Lilian Lee (Pik Wah Lee)/ Fotografía en color. Gu Changwei/ Música. Zhao Jiping/ Edición. Pei Xiaonan/ Dirección de arte. Huaikai Chen/ Diseño de Producción. Yuhe Yang y Zhanjia Yang/ Vestuario. Changmin Chen/ Producción. Feng Hsu, Donald Ranvau, Beijing Film Studios, Maverick Picture Company/ Con: Leslie Cheung (Cheng Dieyi, antes Douzi), Zhang Fengyi (Duan Xiaolou antes Shitou), Gong Li (Juxian la bella prostituta), Li Chun (Xiao Si adolescente), Qi Liu (Maestro Guan), Da Ying (entrenador), You Ge (Maestro Yuan), Han Lei (Xiaio Si adulto), Di Tong (Zhang el eunuco), Mingwei Ma (Douzi niño), Yang Fei (Shitou niño), Zhi Yin (Douzi adolescente), Hailong Shao (Shitou adolescente)/ Duración. 170 mins.

SINOPSIS

Pekín, 1925. Shitou (que significa piedra), entretiene al público de un mercado quebrándose una piedra en la cabeza. Por su parte, Douzi (que significa frijol), es hijo de una prostituta que no puede mantenerle en el prostíbulo, por lo que decide llevarlo ante el director de la escuela de actores de la ópera de Pekín el Maestro Guan, pero no es aceptado porque tiene un dedo de más. Su madre lo mutila para que goce de la escuela una suerte de orfanatorio donde los niños son entrenados con dureza y férrea y brutal disciplina en acrobacia, canto y actuación para que de adultos puedan pagar su deuda con la escuela. Douzi y Shitou se vuelven inseparables. Mientras que a Shitou le entrenan para hacer el papel de Jing (el protagonista masculino de la ópera), Douzi se entrena para hacer de Dan, el rol femenino. Con el tiempo, Douzi se revela con enorme talento para hacer el papel de la concubina Yu, un éxito que le acarrea conflictos: es violado por uno de los mecenas de la compañía con el fin de conseguir en él, la mirada de pudor femenino.

Shitou y Douzi se convierten en actores célebres de la ópera de Pekín. Sus nombres cambian a Duan Xiaolou y Cheng Dieyi, quien vive enamorado de manera permanente de su amigo y compañero de escena. Pero Xiaolou es mujeriego y mantiene una relación apasionada con la bella prostituta Juxian. Más tarde, durante la invasión japonesa, se cierra la escuela de ópera y encarcelan a Xiaolou. Juxian pide a Dieyi que le salve y él accede a representar la ópera ante los japoneses, a pesar de que esto será considerado más adelante como una traición nacional. Para él, la ópera está por encima de cualquier patriotismo. Después, con la llegada de la República Popular China en 1948, Dieyi, es acusado de traición pero consigue obtener su libertad y tiene que actuar para las nuevas autoridades al tiempo que empieza a consumir opio y su voz se debilita aunque se repone.

Luego, al inicio de los años de la Revolución Cultural, el joven Xiao Si, a quien Dieyi le salva la vida siendo bebé, le acusa de tener una visión capitalista de la ópera. Los amigos se distancian y la ópera se prohíbe salvo las obras de influencia maoísta. Se inicia una terrible cacería de brujas donde todos acusan a todos. Así, Xiaulou acusa a Dieyi de homosexual; él delata a Juxian por su pasado en el prostíbulo. Juxian se suicida, sin embargo, ni Dieyi ni Xiaulou son condenados, ya que seguirán representando su obra para el nuevo gobierno. Once años después, mientras intentan ensayar una vez más su obra en la escena final, en la que la concubina Yu se suicida con la espada del rey, Dieyi se mata de verdad.

 

Adiós a mi concubina es quizá la película más espectacular e importante del cine chino contemporáneo. El filme obtuvo la Palma de Oro en Cannes y el premio Fipresci de la prensa internacional. Asimismo, el Globo de Oro a la Mejor Película de habla no inglesa. El Premio BAFTA de la Academia de cine británico a la Mejor Película de habla no inglesa. Premio a la Mejor Actriz y Mejor Cinta Extranjera por parte del Círculo de críticos de Nueva York. Premio Mejor Película Extranjera por parte del Círculo de críticos de Londres. Fue nominada al Oscar por Mejor Cinta Extranjera y Mejor Fotografía. Ganó el galardón de ejor Director y Mejor Edición en el Festival Asia-Pacífico.

 

 

Desde finales de los años ochenta, el cine chino dejó de ser una curiosidad y un exotismo cultural para convertirse en una cinematografía de altura, multi premiada en los festivales internacionales. No obstante, lo que une a los verdaderos responsables de esta revolución fílmica: la primera generación pos cultural de cineastas egresados de la escuela de Beijin en 1982 (en realidad la «quinta» tras el comienzo del cine en China), no es su talento o su impacto visual, sino, su férrea crítica al sistema, lo que les ha valido presiones y censura.

Ejemplos de ello: el cineasta Tian Zhuangzhuang, «reeducado» a los 16 años en un campo de trabajo, quien logró realizar clandestinamente El papalote azul en 1992, cinta censurada en China que le impidió filmar por diez años, hasta: La primavera de una infidelidad (2002), estrenada en México en 2005: nueva versión de un clásico de la cinematografía China de 1948. De Zhang Yimou, por ejemplo, cineasta de esa generación, se han visto con éxito en nuestras carteleras, sus dos espectaculares épicas de artes marciales: Héroe con Jet Li y La casa de los cuchillos, cintas que a pesar de sus insólitas acrobacias, de sus impactantes escenas de duelos y artes marciales al estilo del cine hongkonés, de su fastuoso colorido –sobre todo Héroe- y de su fascinación heredada del Wiuxiapian, se trata de relatos intimistas y románticos, muy en deuda con la obra del japonés Kurosawa, con un fascinante uso del tiempo narrativo que las hace aún más atractivas.

 

Paralelo a ello, una de las crestas de la cultura mundial de finales de los ochenta y entrados los noventa, fue la interrogante sobre los roles sexuales como lo ejemplifican una buena cantidad de filmes que desde perspectivas contrastantes se preguntan acerca de la ambigüedad sexual en nuestros días. Al lado de obras como Orlando, M. Butterfly y Juego de lágrimas, entre las más sobresalientes, se coloca Adiós a mi concubina de Chen Kaige, una de las obras maestras del cine contemporáneo con la que quedó al descubierto la supremacía del cine chino en los últimos años.

Desde las primeras imágenes ambientadas en 1925, época de los señores de la guerra: los niños actores-callejeros; la sangre fría de una prostituta para cortar el sexto y anormal dedo de la mano de su pequeño hijo con tal de que sea aceptado en la dura academia pequinesa de actuación; la brutalidad de los ensayos, entrenamientos y castigos; o esa visión de los grandes actores como dioses omnipotentes, se adivina la presencia de una obra única y exquisita, un relato terrible, cruel y emotivo, prohibido por el gobierno de su país, debido a la crítica sin concesiones sobre los turbulentos cambios histórico-políticos y sociales de China en este siglo, emprendida por su realizador.

Se trata de un sensible drama que narra la relación entre dos actores de la ópera de Pekín, que interpretan al rey en desgracia luego de una derrota militar y a su concubina que prefiere morir antes que abandonar a su emperador, según la fascinante y célebre obra. Desde el arranque el filme resulta una terrible epopeya personal y una épica de la mutilación que comienza desde la anulación del sexto dedo, la castración de una infancia perdida y de cualquier síntoma de rebeldía ante la severidad casi militar de esa feudal escuela de ópera. Invalidación de un amorío prácticamente imposible, anulación total del individuo en pro de la colectivización, según los horrores de la revolución cultural y auto degollamiento final como máximo acto de amor y rebeldía.

Amigos desde los duros años de infancia, Douzi y Shitou desarrollan una relación íntima entre fraternal y homosexual platónica, más allá de sus papeles protagónicos de la ópera que interpretan. Relación que se complica con la presencia de una atractiva prostituta (la siempre radiante Gong Li), quien termina casándose con Duan Xiaolou -ex Shitou-, quien hace el papel del rey, en tanto que su compañero, ahora con el nombre de Cheng Dieyi, se abandona al opio e inicia una relación con un burgués entusiasta de la ópera.

Célebres en los últimos años del régimen imperial, los actores enfrentarán la invasión japonesa de 1937, el Kuo Ming Tang, la aparición del comunismo en 1948, la revolución cultural de 1966 y finalmente el revisionismo en 1977. Aquí, Kaige, como en toda su obra, extrapola situaciones dramáticas a situaciones históricas: el confinamiento inicial en la academia de actuación, así como la feroz disciplina impuesta funcionan como alegoría del comunismo y de la reeducación cultural. Asimismo, los años de represión y odio están espléndidamente representados en el jovencito huérfano Xiao Si que adopta la pareja y que se convierte en un insensible comunista capaz de denunciarlos sin piedad.

Kaige, digno representante de la quinta generación de realizadores chinos padeció la revolución cultural maoísta, una experiencia terrible que ocasionó entre otras, la denuncia de su propio progenitor por supuestas actividades contra la revolución. Adiós a mi concubina es una síntesis histórica brutal de un país tan esplendoroso como contradictorio.

 

 

Rafael Aviña

Centro Histórico de la Ciudad de México

Septiembre 13 de 2016

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