ELENA (Елена, Rusia, 2011)

Dirección. Andréi Zvyagintsev/ Guión. Andréi Zvyagintsev y Oleg Negin/ Fotografía en color. Mijail Kritchman / Música. Philip Glass/ Edición. Anna Mass/ Diseño de Producción. Andréi Ponkratov/ Dirección de arte. Andréi Ponkratov/ Vestuario. Anna Bartuli/ Producción. Non-Stop Production, Sergei Melkumov y Alexander Rodnyansky/ Con. Nadezhda Markina (Elena), Andrei Smirnov (Vladimir), Elena Lyadova (Katerina, hija de Vladimir), Aleksei Rozin (Sergei, hijo de Elena), Evgeniya Konushkina (Tatiana, esposa de Sergei), Igor Ogurtsov (Sasha, el hijo adolescente de Sergei), Vasiliy Michkov (abogado), Aleksandr Yeliseyev (sacerdote)/ Duración. 109 mins.

SINOPSIS

Elena y Vladimir son una pareja mayor cercanos a los 60 añosor, proceden de diferentes orígenes y habitanviven en un departamento lujoso en una zona residencial. Vladimir es un hombre de muy buena posición económica y de trato gélido. Elena fue su enfermera varios años atrás; procede de un medio modesto y es una esposa dócil. Se conocieron tarde en la vida y cada uno tiene hijos de matrimonios anteriores. El hijo de Elena es Sergei: desempleado, tendiente al alcoholismo, irresponsable e incapaz de sostener a su propia familia: su mujer Tatiana, su hijo adolescente Sasha y un bebé, quienes viven modestamentehabitan en un departamento muy descuidado en los suburbios deen una zona violenta. Para colmo, de forma constantemente Sergei presiona a Elena con dinero prestado que jamás paga y ahora desea que Vladimir les ayude, colocando al también irresponsable Sasha en la Universidad para que evite ser llamado al ejército. Katerina, la hija de Vladimir es una atractiva joven descuidada y fría que mantiene una relación lejana con su padre. Un inesperado ataque al corazón lleva a Vladimir al hospital, donde se da cuenta de que su tiempo restante es limitado. Ello le acerca afectuosamente con su hija y por ello, decide tomar una decisión importante: Katerinaella será la única heredera de su riqueza. Al regresar a Regresa a casa y lo anuncia a Elena. Las esperanzas de Elena para ayudar financieramente a su hijo se esfuman de súbito. Es entonces que la tímida y sumisa ama de casa que ha sido Elena, entonces traza uviene con un plan para otorgar dar a su hijo y a sus nietos una oportunidad real en la vida.

 

 

 

Elena obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes en la Sección: Una cierta mirada. Asimismo, la protagonista Nadezhda Markina, ganó el Premio a la Mejor Actriz en el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Premio que a su vez la actriz obtuvo en el Festival Asia-Pacífico, donde el realizador Andréi Zvyagintsev se llevó el de Mejor Director. En la entrega a lo más destacado del cine ruso, los premios Aguila Dorada, Elena fue condecorada con los galardones de: Mejor Película, Director, Actriz, Actriz Secundaria, Guión y Fotografía.

 

 

El crítico Jim Hoberman se refirió a Elena como «la evocación más vívida… de la sociedad contemporánea de Moscú». Según Hoberman, «Zvyagintsev ha trazado un mundo gobernado por la ingratitud y la ausencia de justicia». Por su parte, Stephen Holden del New York Times quedó impresionado por la «visión de Zvyagintsev de Moscú como una selva llena de vida silvestre depredadora»; «bisturí-como clase de disección de precisión que recuerda a Claude Chabrol».

 

 

 

Con El regreso, su ópera prima, Andréi Zvyagintsev obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia en 2003, al igual que el Premio Luigi de Laurentis a la Mejor Ópera Prima en el mismo certamen y el Premio Fassbinder a la Mejor Película Revelación de los Premios del Cine Europeo, los Premios de Mejor Película, Realizador y Actores –para los tres protagonistas- en el Festival de Gijón, España y la nominación al Globo de Oro como mejor Película Extranjera. Zvyagintsev, nació en1964 en una ciudad del norte de Novosibirsk y se graduó en la Escuela de Actores de esa misma localidad a los 20 años. Sus primeros pasos fueron los escenarios de los teatros de provincia y a principios de 1990 llega a Moscú con la idea de convertirse en figura del cine y la televisión que empezaba a crecer en ese entonces.

Entre 1992 y el 2000 intervino como extra en varias series televisivas y películas sin llamar la atención. Su destino cambió cuando un amigo le ofrece un trabajo como director de REN TV, una productora independiente dedicada a la realización de programas policiacos y telenovelas baratonas. Empieza a dirigir numerosos episodios de populares series de televisión como Habitación oscura, con tal habilidad, que de inmediato recibe la oferta para dirigir un largometraje de arte de bajísimo presupuesto. El resultado fue precisamente El regreso, centrado en el tema de la ausencia paterna que marca de manera absoluta la personalidad de los hijos.

El éxito del filme le llevaron a la realización de su segunda obra: El destierro (Izgnanie, 2007), estrenada en el Festival Cannes, misma que se alzó con el Premio a la Mejor Actuación para Konstantin Lavronenko, quien hiciera el papel del padre en El regreso. En 2008 realizó el corto Apocrypha en Estados Unidos, originalmente integrante de uno de los fragmentos de Nueva York, te amo. En 2014 realiza Leviatán/ Leviathan sombría historia sobre la corrupción y la violencia de tintes bíblicos nominada al Oscar a Mejor Película de habla no inglesa. Ganadora del Globo de Oro a Mejor Película de habla no inglesa y Ganadora del Premio a Mejor Guión en el Festival de Cannes donde fue nominada a la Palma de Oro.
 

 

Elena abre y cierra con un plano muy sencillo. La cámara enfoca desde el exterior, la ventana de la habitación de la residencia donde habita la protagonista. En las ramas de un árbol aparece un cuervo que se posa frente a su balcón como símbolo de una fatalidad por venir: “cría cuervos y te sacarán los ojos”, parece decir esa escena de un filme que avanza con sencillez y que sin embargo, oculta en cada encuadre una atractiva atmósfera cargada de tensión, para narrar una trama sobre las diferencias sociales, la ignorancia, la avaricia y la forma en que los lazos familiares son capaces de sacudir cualquier valor ético y moral, en un tono cercano al cine noir clásico.

 

Como en sus anteriores y espléndidas obras, Andréi Zvyagintsev convierte a sus personajes en representantes de castas sociales de la compleja Rusia actual. Elena proviene sin duda de los estratos campesinos, de ahí su tesón, su trato afable y su sumisión. En cambio su marido Vladimir encarna a esos nuevos ricos de la Rusia posterior al comunismo. El hombre le gusta la buena vida, maneja un auto de lujo, asiste a un deportivo muy exclusivo, le gusta tener relaciones sexuales por lo que utiliza viagra por su edad y su principal preocupación es el dinero. No sólo eso: trata más bien a su mujer como una sirvienta o ama de llaves. Por supuesto, el marido le tiene afecto por los años, no obstante queda claro el abismo social que los separa como lo muestra la escena del desayuno cuando ambos hablan de sus respectivos hijos y cuyo conflicto real y crudo sale a la superficie en el momento en que Vladimir termina en el hospital.

Por su parte, los respectivos hijos representan aún con mayor crudeza la realidad social de la Rusia contemporánea. Sergei es propiamente un parásito que vive a expensas de la madre. Es un sujeto, flojo, irresponsable, sin ambiciones y alcohólico que ha convertido a su hijo adolescente Sasha en una peor extensión de él mismo, ya que Sasha encarna a la nueva juventud rusa: hedonista, sin apegos morales ni valores, violenta, consumista y apática. Quizá el personaje más interesante es justamente Katerina, treintañera de un cinismo apabullante que le ha dado su buena posición económica que ve con claridad la podedumbre de su país: “Son los genes. Semillas podridas. Todos somos malas semillas”. Es decir, se trata de un círculo fatalista, donde los hijos están condenados a repetir los errores de los padres, en una visión casi apocalíptica pero intimista donde Elena muy a su pesar acaba trastocándose en una suerte de femme fatale que le lleva a cometer un acto terrible para conseguir el propósito que se ha trazado, aunque se puede adivinar que su plan de vida está condenado al mayor de los fracasos y de los horrores.

En ese sentido Elena pareciera un film noir clásico estadunidense como Pacto de sangre/ Double Indemnity (Billy Wilder, 1944) con Barbara Stanwyck y Fred McMurray, pero filmado por Karen Shajnazarov (Ciudad cero) o Konstantin Lopushanski, autor de obras como: Cartas de un hombre muerto y El visitante del museo: relatos milenaristas, con toques de Kryzstof Kieslowski sobre todo su Decálogo (1990) y aquellos filmes del mismo relacionados con la pobreza moral, la codicia, la claustrofobia, el crimen y la irresponsabilidad ética.

 

 

El regreso es sin lugar a dudas una obra maestra de una austeridad y una tensión que impacta. Se trata de una de las películas de mayor belleza plástica de los últimos años que destaca además por una magistral dirección escénica y y actuaciones notables, que pareciera encerrar en sí mismo lo más profundo de otros importantes cineastas rusos como Andrei Tarkovski (La infancia de Iván, El espejo, Stalker) o Aleksandr Sokúrov (El arca rusa, Madre e hijo, Padre e hijo). Lo más sorprendente, es que se trata de la ópera prima del actor secundario Andréi Zvyagintsev, quien a los treinta y nueve años debuta como realizador mostrando un perfecto dominio del espacio, de las situaciones y de la narrativa cinematográfica. La película obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia en ese año 2003, al igual que el Premio Luigi de Laurentis a la Mejor Ópera Prima en el mismo certamen y el Premio Fassbinder a la Mejor Película Revelación de los Premios del Cine Europeo, los Premios de Mejor Película, Realizador y Actores –para los tres protagonistas- en el Festival de Gijón, España y la nominación al Globo de Oro como mejor Película Extranjera.

 

 

 

Andréi Zvyagintsev, nació en1964 en una ciudad del norte de Novosibirsk y se graduó en la Escuela de Actores de esa misma localidad a los 20 años. Sus primeros pasos fueron los escenarios de los teatros de provincia y a principios de 1990 llega a Moscú con la ambición de convertirse en figura del cine y la televisión que empezaba a crecer en ese entonces. Por supuesto, el camino no fue fácil. Así, entre 1992 y el 2000 intervino como extra en varias series televisivas y películas sin llamar la atención. Su destino cambió cuando un amigo le ofrece un trabajo como director de REN TV, una productora independiente dedicada a la realización de programas policiacos y telenovelas baratonas. Empieza a dirigir numerosos episodios de populares series de televisión como Habitación oscura, con tales habilidades, que casi de inmediato recibe la oferta para dirigir un largometraje de arte de bajísimo presupuesto. El resultado fue precisamente El regreso, centrado en el tema de la ausencia paterna que marca de manera absoluta la personalidad de los hijos.

El éxito del filme le llevaron a la realización de su segunda obra: El destierro (Izgnanie, 2007), estrenada en el Festival Cannes, misma que se alzó con el Premio a la Mejor Actuación para Konstantin Lavronenko, quien hiciera el papel del padre en El regreso, y que se convirtió en el primer actor ruso en ganar este reconocimiento. Finalmente, en 2008 realizó el corto Apocrypha en Estados Unidos, originalmente como integrante de uno de los fragmentos de Nueva York, te amo.
A los temas de la admiración, el rencor y la desconfianza que se da entre los hermanos en relación con su padre, se suma el de los misterios y enigmas del pasado familiar, así como los motivos que mueven a ese hombre callado y distante a llevar a sus hijos a una excursión durante varios días. Así, el vínculo que se estrecha entre un padre autoritario y unos hijos que inician un viaje de maduración, en el que quedan atrás los temores y los juegos de infancia, le sirve al realizador para sumergirse en el drama interior de un padre que entiende la educación al estilo militar, que quiere que sus hijos crezcan muy rápido y sepan sobrevivir ante las adversidades de la naturaleza. Hay escenas terribles como aquella del restaurante en la que Iván se niega a comer, o en la que el padre lo abandona en medio de un camino solitario y lo deja ahí varias horas bajo una impresionante tempestad. Lo mismo sucede con el episodio de los adolescentes vándalos que roban la cartera del padre a Andréi.

      Pocas veces, un filme contemplativo con un impecable manejo de la cámara y de la banda sonora, puede trastocarse en un relato tan hipnótico y tenso que evita al máximo el otorgar respiro al espectador, al tiempo que provoca la reflexión constante. Y es que en esta historia de ideas y sensaciones que sobrecogen e intimidan al espectador, queda claro que no hay villanos ni héroes, sólo víctimas de sistemas anquilosados, sean sociedades o relaciones familiares. Así, la expedición del padre y sus hijos a una isla, que resulta en sí misma una metáfora del viaje interior, permite ahondar en bellísimos paisajes marítimos, playas solitarias, bosques y pueblos semi abandonados y cuyos escenarios parecieran matizados de manera constante por la lluvia y bajo filtros de colores azules y grises que predominan en esos sus ambientes cargados de desolación y frialdad como las relaciones mismas entre los hijos con el padre.

Se trata de un relato apenas susurrado, de una sencillez, una austeridad y un minimalismo demoledor, ya que en el fondo es de una complejidad y una profundidad poética. Una historia que en cada escena crea un clímax de enorme tensión y atmósferas de agresividad contenida, en la que se hace evidente que la catarsis final será brutal. Ello, se debe no sólo a un hábil manejo narrativo de los tiempos y el espacio, a la relación entre entorno y los protagonistas de la historia, sino a un gran trabajo en la dirección de actores y al carácter de éstos. Si Konstantin Lavronenko se encuentra excepcional en ese su retrato de dureza paterna, de acoso constante y al mismo tiempo distanciado y sereno. Vladimir Garin como Andrei e Ivan Dobronrarov como el pequeño Iván, alcanzan cuotas extraordinarias. De hecho, resulta palpable la transformación y la madurez que alcanzan a golpes de una brutal cotidianidad. Ejemplo de ello, la escena en la que el padre golpea a Andrei, aquella en la que Iván oculta la navaja de su progenitor y arroja su plato al mar, pero sobre todo en esa escena final en la que finalmente, el hijo menor pronuncia angustiado la palabra “papá”.

En efecto, unido al tema de la ausencia, el realizador ruso construye con gran inspiración un dramático alegato sobre los roles impuestos socialmente para los hombres como sería: la frialdad, la dureza, el arrojo y en cambio, el sentimentalismo, el cariño y la suavidad para las mujeres. De ahí, se desprenden un par de secuencias que resultan fundamentales en la trama: la escena de arranque en la que Iván es tachado de miedoso y timorato por varios adolescentes, entre ellos su hermano, cuando se niega a saltar de una torre a un lago, misma que encuentra una dramática similitud con la secuencia en la que el niño huye de su padre y escala el faro de la isla. Las palabras que Iván le dice a su madre “Es que tú siempre sabrás que no salté, que fui un cobarde” y las que grita a su padre en la isla, se sumergen a su vez en el tema del respeto y la dignidad infantil que el realizador y sus excepcionales e inteligentes guionistas tocan con sutileza maestra.

 

El regreso resulta una combinación perfecta de tensión, suspenso, reflexión y poesía sobre la infancia y la influencia paterna. El asunto de la amargura, el recelo y el odio hacia esa figura ausente y despótica adquieren al final un intrigante camino hacia el amor paternal y la comprensión de que más que una amenaza se trata de un bienestar, a pesar de la manera en que ese desconocido se atreve a entrar a las vidas de estos niños haciendo valer su autoridad. Asimismo, esa nostalgia e incertidumbre que surge de una fotografía antigua -en la que Iván era tan sólo un bebé y su hermano Andréi un niño de cuatro años, quien más tarde intenta reconocer en la figura de ese hombre que duerme en la cama de su madre, a su padre-, cobra sentido con las crípticas imágenes finales ya sobre créditos, armadas con instantáneas fotográficas de ese viaje aleccionador y de una crudeza emocional y terrible, tal y como ocurre en otra obra maestra sobre la infancia y el abandono: Paisaje en la niebla (1988) del cineasta griego Théo Angelopoulos.

  1. Como dato fatal habría que agregar que un par de semanas después del rodaje el joven actor Vladimir Garin que interpreta al personaje de Andréi, se ahogó en uno de los lagos donde se filmó la película. Es decir, Garin jamás pudo ver su participación cinematográfica. En el guión su personaje originalmente moría. Al final el realizador decidió que su personaje siguiera con vida. Sin embargo la realidad le dio una vuelta de tuerca terrible a tal situación.

 

RAFAEL AVIÑA

Centro Histórico de la Ciudad de México

28 de febrero de 2017

ELENA

 

(Елена, Rusia, 2011)

Dirección. Andréi Zvyagintsev/ Guión. Andréi Zvyagintsev y Oleg Negin/ Fotografía en color. Mijail Kritchman / Música. Philip Glass/ Edición. Anna Mass/ Diseño de Producción. Andréi Ponkratov/ Dirección de arte. Andréi Ponkratov/ Vestuario. Anna Bartuli/ Producción. Non-Stop Production, Sergei Melkumov y Alexander Rodnyansky/ Con. Nadezhda Markina (Elena), Andrei Smirnov (Vladimir), Elena Lyadova (Katerina, hija de Vladimir), Aleksei Rozin (Sergei, hijo de Elena), Evgeniya Konushkina (Tatiana, esposa de Sergei), Igor Ogurtsov (Sasha, el hijo adolescente de Sergei), Vasiliy Michkov (abogado), Aleksandr Yeliseyev (sacerdote)/ Duración. 109 mins.

 

 

Sinopsis

Elena y Vladimir son una pareja mayor cercanos a los 60 años, proceden de diferentes orígenes y habitan un departamento lujoso en una zona residencial. Vladimir es un hombre de muy buena posición económica y de trato gélido. Elena fue su enfermera varios años atrás; procede de un medio modesto y es una esposa dócil. Se conocieron tarde en la vida y cada uno tiene hijos de matrimonios anteriores. El hijo de Elena es Sergei: desempleado, tendiente al alcoholismo, irresponsable e incapaz de sostener a su propia familia: su mujer Tatiana, su hijo adolescente Sasha y un bebé, quienes viven modestamente en un departamento muy descuidado en los suburbios de una zona violenta. Para colmo, de forma constante Sergei presiona a Elena con dinero prestado que jamás paga y ahora desea que Vladimir les ayude, colocando al también irresponsable Sasha en la Universidad para que evite ser llamado al ejército. Katerina, la hija de Vladimir es una atractiva joven descuidada y fría que mantiene una relación lejana con su padre. Un inesperado ataque al corazón lleva a Vladimir al hospital, donde se da cuenta de que su tiempo restante es limitado. Ello le acerca afectuosamente con su hija y por ello, decide tomar una decisión importante: Katerina será la única heredera de su riqueza. Al regresar a casa lo anuncia a Elena. Las esperanzas de Elena para ayudar financieramente a su hijo se esfuman de súbito. Es entonces que la tímida y sumisa ama de casa que ha sido Elena, traza un plan para otorgar a su hijo y a sus nietos una oportunidad real en la vida.

 

 

 

Elena obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes en la Sección: Una cierta mirada. Asimismo, la protagonista Nadezhda Markina, ganó el Premio a la Mejor Actriz en el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Premio que a su vez la actriz obtuvo en el Festival Asia-Pacífico, donde el realizador Andréi Zvyagintsev se llevó el de Mejor Director. En la entrega a lo más destacado del cine ruso, los premios Aguila Dorada, Elena fue condecorada con los galardones de: Mejor Película, Director, Actriz, Actriz Secundaria, Guión y Fotografía.

 

 

El crítico Jim Hoberman se refirió a Elena como «la evocación más vívida… de la sociedad contemporánea de Moscú». Según Hoberman, «Zvyagintsev ha trazado un mundo gobernado por la ingratitud y la ausencia de justicia». Por su parte, Stephen Holden del New York Times quedó impresionado por la «visión de Zvyagintsev de Moscú como una selva llena de vida silvestre depredadora»; «bisturí-como clase de disección de precisión que recuerda a Claude Chabrol».

 

 

 

Con El regreso, su ópera prima, Andréi Zvyagintsev obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia en 2003, al igual que el Premio Luigi de Laurentis a la Mejor Ópera Prima en el mismo certamen y el Premio Fassbinder a la Mejor Película Revelación de los Premios del Cine Europeo, los Premios de Mejor Película, Realizador y Actores –para los tres protagonistas- en el Festival de Gijón, España y la nominación al Globo de Oro como mejor Película Extranjera. Zvyagintsev, nació en1964 en una ciudad del norte de Novosibirsk y se graduó en la Escuela de Actores de esa misma localidad a los 20 años. Sus primeros pasos fueron los escenarios de los teatros de provincia y a principios de 1990 llega a Moscú con la idea de convertirse en figura del cine y la televisión que empezaba a crecer en ese entonces.

Entre 1992 y el 2000 intervino como extra en varias series televisivas y películas sin llamar la atención. Su destino cambió cuando un amigo le ofrece un trabajo como director de REN TV, una productora independiente dedicada a la realización de programas policiacos y telenovelas baratonas. Empieza a dirigir numerosos episodios de populares series de televisión como Habitación oscura, con tal habilidad, que de inmediato recibe la oferta para dirigir un largometraje de arte de bajísimo presupuesto. El resultado fue precisamente El regreso, centrado en el tema de la ausencia paterna que marca de manera absoluta la personalidad de los hijos.

El éxito del filme le llevaron a la realización de su segunda obra: El destierro (Izgnanie, 2007), estrenada en el Festival Cannes, misma que se alzó con el Premio a la Mejor Actuación para Konstantin Lavronenko, quien hiciera el papel del padre en El regreso. En 2008 realizó el corto Apocrypha en Estados Unidos, originalmente integrante de uno de los fragmentos de Nueva York, te amo. En 2014 realiza Leviatán/ Leviathan sombría historia sobre la corrupción y la violencia de tintes bíblicos nominada al Oscar a Mejor Película de habla no inglesa. Ganadora del Globo de Oro a Mejor Película de habla no inglesa y Ganadora del Premio a Mejor Guión en el Festival de Cannes donde fue nominada a la Palma de Oro.

 

 

 

Elena abre y cierra con un plano muy sencillo. La cámara enfoca desde el exterior, la ventana de la habitación de la residencia donde habita la protagonista. En las ramas de un árbol aparece un cuervo que se posa frente a su balcón como símbolo de una fatalidad por venir: “cría cuervos y te sacarán los ojos”, parece decir esa escena de un filme que avanza con sencillez y que sin embargo, oculta en cada encuadre una atractiva atmósfera cargada de tensión, para narrar una trama sobre las diferencias sociales, la ignorancia, la avaricia y la forma en que los lazos familiares son capaces de sacudir cualquier valor ético y moral, en un tono cercano al cine noir clásico.

 

Como en sus anteriores y espléndidas obras, Andréi Zvyagintsev convierte a sus personajes en representantes de castas sociales de la compleja Rusia actual. Elena proviene sin duda de los estratos campesinos, de ahí su tesón, su trato afable y su sumisión. En cambio su marido Vladimir encarna a esos nuevos ricos de la Rusia posterior al comunismo. El hombre le gusta la buena vida, maneja un auto de lujo, asiste a un deportivo muy exclusivo, le gusta tener relaciones sexuales por lo que utiliza viagra por su edad y su principal preocupación es el dinero. No sólo eso: trata más bien a su mujer como una sirvienta o ama de llaves. Por supuesto, el marido le tiene afecto por los años, no obstante queda claro el abismo social que los separa como lo muestra la escena del desayuno cuando ambos hablan de sus respectivos hijos y cuyo conflicto real y crudo sale a la superficie en el momento en que Vladimir termina en el hospital.

Por su parte, los respectivos hijos representan aún con mayor crudeza la realidad social de la Rusia contemporánea. Sergei es propiamente un parásito que vive a expensas de la madre. Es un sujeto, flojo, irresponsable, sin ambiciones y alcohólico que ha convertido a su hijo adolescente Sasha en una peor extensión de él mismo, ya que Sasha encarna a la nueva juventud rusa: hedonista, sin apegos morales ni valores, violenta, consumista y apática. Quizá el personaje más interesante es justamente Katerina, treintañera de un cinismo apabullante que le ha dado su buena posición económica que ve con claridad la podedumbre de su país: “Son los genes. Semillas podridas. Todos somos malas semillas”. Es decir, se trata de un círculo fatalista, donde los hijos están condenados a repetir los errores de los padres, en una visión casi apocalíptica pero intimista donde Elena muy a su pesar acaba trastocándose en una suerte de femme fatale que le lleva a cometer un acto terrible para conseguir el propósito que se ha trazado, aunque se puede adivinar que su plan de vida está condenado al mayor de los fracasos y de los horrores.

En ese sentido Elena pareciera un film noir clásico estadunidense como Pacto de sangre/ Double Indemnity (Billy Wilder, 1944) con Barbara Stanwyck y Fred McMurray, pero filmado por Karen Shajnazarov (Ciudad cero) o Konstantin Lopushanski, autor de obras como: Cartas de un hombre muerto y El visitante del museo: relatos milenaristas, con toques de Kryzstof Kieslowski sobre todo su Decálogo (1990) y aquellos filmes del mismo relacionados con la pobreza moral, la codicia, la claustrofobia, el crimen y la irresponsabilidad ética.

 

 

RAFAEL AVIÑA

Centro Histórico de la Ciudad de México

28 de febrero de 2017

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