LAS CENIZAS DE LA LUZ (Irán, 2005)

Las cenizas de la luz

Las cenizas de la luz

Dirección. Majid Majidi/ Guión. Fouad Nahas, Nasser Hashemzadeh y Majid Majidi, inspirado en un argumento de éste último/ Fotografía en color. Bahram Badakshani y Mahmoud Kalari/ Música. Ahmad Pezhman/ Edición. Hassan Hassandoost/ Diseño de arte. Saaed Ahangarani/ Efectos visuales. Sianoosh Nasiriziba/ Con. Parviz Parastui (Youssef), Roya Taymourian (Roya), Afarin Obeisi (la madre), Mohammad Amir Naji (Morteza), Melika Eslafi (Maryam, la pequeña hija), Leila Outadi (Pari), Mahmoud Behraznia (Mahmood, el tío), Dawlat Asadi (Puya)/ Duración. 94 mins.

SINOPSIS

Youssef es un profesor universitario de literatura muy querido por la comunidad, quien quedó ciego desde los ocho años, cuando un accidente afectó las retinas de sus ojos. Youssef vive con Roya, su devota mujer, quien transcribe puntualmente los textos que el lee y redacta en Braille y al mismo tiempo, Maryam, su hija de seis años, le narra los fenómenos de la naturaleza que ella misma va explorando. De alguna manera, Youssef comparte con su pequeña hija una suerte de estado de inocencia ligado a las primeras impresiones visuales infantiles de éste. Angustiado por lo que parece ser un cáncer ocular que le provoca un desmayo y gracias a las influencias de su tío Mahmood, Youssef es llevado a Paris para practicarse ahí una revisión médica total en un importante hospital francés. Durante su convalecencia y chequeo médico que se prolonga por un par de meses, conoce a Morteza, un entusiasta anciano que ha ido perdiendo la vista de forma gradual debido a una granada alojada en su cerebro consecuencia de la guerra. Los resultados indican que el peligro de cáncer no existe y por el contrario, se descubre que sus retinas son sensibles a la luz de tal manera que el profesor de 45 años, tiene la posibilidad de volver a ver gracias a un trasplante de córneas. Youssef regresa a su casa en Teherán y es recibido con gran alegría por amigos, familiares y compañeros, al saberse que ha recuperado la vista. Ahí, ve por primera vez el rostro de su mujer y de su hija y también el de Pari, la atractiva cuñada de su tío. No obstante, su vida que hasta ese momento ha sido apacible, tranquila y repleta de felicidad al lado de sus seres queridos, del ambiente académico y la escuela para niños ciegos donde colabora: una suerte de pequeño Paraíso que incluye una terraza donde trabaja, empieza a desmoronarse poco a poco. Al recuperar la visión, Youssef enfrenta un drama moral y sicológico. Observar a los otros ciegos le provoca un choque mental y de furia. Por un lado, se hace falsas ilusiones alrededor de la guapa Pari, rechaza a su mujer y toma conciencia de su propia edad y de la conmiseración con que era tratado. En un arranque de ira, vuelve a perder la vista y vaga por una urbe hostil hasta que recupera las enseñanzas que lo sostenían con anterioridad: es decir, la vida espiritual que le ha ayudado no sólo a sobrevivir, sino a ver de verdad.

Las cenizas de la luz obtuvo los premios a Mejor Director, Actor, Sonido y Premio del público en el 23 Festival Internacional de Cine de Teherán y el Premio Crystal Simorgh al Mejor Actor en el Festival de Fajr en Irán.

En ella, Majid Majidi (Teherán, 1959), continúa explorando no sólo el tema de la ceguera, sino el de la inocencia y la pérdida de ésta, a través de un relato muy sencillo en apariencia, pero de enorme sensibilidad y gran profundidad espiritual y religiosa en el mejor sentido de la palabra, como ya lo había hecho antes en Los niños del cielo (1997) –ganadora en Montreal y nominada al Oscar a Mejor Cinta Extranjera- El color del paraíso (1999) y Barán (2001). El cineasta comenta que tiempo atrás tuvo la oportunidad de conocer a un hombre que enfrentó la experiencia de la vista y la ceguera. Ello le llevó a cuestionarse  sobre el concepto de belleza y de serenidad en el mundo cotidiano y en el de los ciegos. Para él, cuando un hombre recobra la vista existe un inevitable conflicto entre esas dos percepciones.

“Para Youssef, el profesor ciego de mi película, la serenidad proviene de su pequeño balcón, del sonido de la naturaleza y de las angelicales voces y los roces de su familia. La belleza y la fealdad no existen en su mente. Es como Adán en el Paraíso, protegido y poderoso. Al hacer esta película, mi idea era explorar que le sucedería a esa entereza y despreocupación si se le sacará de ese pequeño Paraíso. Cuando Youssef es expuesto al mundo visual, la belleza con la que se encuentra es irresistible y frustrante. La fealdad y la extrañeza están en todas partes. La agresiva presencia del mundo va apagando el diálogo interno que tenía con Dios. Cuando un hombre se vuelve sordo a su diálogo interior e ignora los mensajes positivos que el mundo le envía, lo único en lo que podría convertirse es en un hombre egoísta, violento y destructivo. Cuando el destino nos pone a prueba, nuestra vida colapsa si no está construida sobre bases sólidas. A Youssef le hacen sentirse pequeño, sin fuerza, sin poder ¿Todavía me pregunto que es lo que éste hombre-niño podría hacer con su nueva vida?” –Entrevista a Majid Majidi-

Las cenizas de la luz explora sobre todo un tópico muy cercano al cineasta: el de la ceguera espiritual más que de la física. De cómo nos empeñamos en ponernos vendas en los ojos y la manera en que la vida es en realidad lo que nosotros hacemos de ella. El protagonista vive en una comunidad académica y sobre todo familiar que lo cuida y lo impulsa a seguir adelante. Él es feliz, es productivo, respetado, ama y se siente amado y querido. No obstante, la noticia de la recuperación de su vista trastorna el equilibrio de su universo personal y sobre todo desarticula su diálogo constante con Dios: su propia espiritualidad. Vale la pena recordar, que el filme abre con una frase muy simple y profunda y que va a permear a lo largo de toda la película: “A la gloria de Dios” y es que las referencias tanto a los textos sagrados como al diálogo personal del protagonista con una entidad superior serán contantes: “¿Te has olvidado de mi? Soy Youssef al que privaste de la belleza del mundo y que nunca se quejó. En lugar de luz y brillo viví en la oscuridad y la penumbra. No protesté, encontré felicidad y paz en este pequeño paraíso. ¿Todos estos años de penuria no son suficientes? ¿Ahora quieres causarme más sufrimiento? ¿Con quién debo quejarme? No me quites la vida”…

Si el tema de la pérdida de la vista era más evidente en El color del paraíso, donde se narraba la relación de un jovencito ciego rechazado por su padre, deseoso de contraer matrimonio una vez más y la carga que en apariencia representa el hijo, asolado por un destino adverso, en Las cenizas de la luz, el asunto alcanza una mayor profundidad moral y social. En ese sentido, resulta notable sin duda la presencia de ese personaje secundario en apariencia que es Morteza, un hombre que no deja de sonreírle a la vida a pesar de que sabe que en breve quedará ciego, el mismo que tiempo después, le preguntará si aún le da suerte aquel sauce que vigila su casa, con su terraza y su fuente.

Brillante a su vez aquella secuencia en la que Youssef un hombre paciente y tranquilo es presa de una impaciencia que desconocía y toma la decisión de comprobar si la operación de córneas fue exitosa, antes incluso del tiempo señalado por los médicos: el hombre se desprende de las vendas de los ojos aún hinchados y observa primero de manera borrosa y después con claridad a una hormiga que carga con una hoja de mayor tamaño reptando por el filo de una ventana: Minutos después, excitado, preso de una extraña euforia avanza a saltos por uno de los pasillos del hospital celebrando su triunfo y lo que considera una enorme prueba del amor que le tiene Dios, sin saber que en realidad es una prueba y nada más, que él mismo trastoca en horror y desequilibrio moral.

Más sorprendente aún aquella extraordinaria secuencia en la que Youssef es recibido de regreso en el aeropuerto de Teherán, por decenas de amigos y familiares que celebran jubilosos su nueva condición de vida. A diferencia de la escena del pasillo del hospital parisino, el camina con timidez y mied, intentando reconocer en esa multitud a sus seres queridos, en medio de mujeres y niños que lo saludan. La escena de reconocimiento de su madre es uno de los momentos más hermosos de Las cenizas de la luz la bondad en los ojos de la anciana sacuden al protagonista y a todos los espectadores. Aunque más adelante, la torpe actitud que toma Youssef en relación a la atractiva Pari y el rechazo a su devota mujer enturbiarán la relación entre el protagonista y su madre.

Youssef descubrirá no sólo una tardía avidez sensual: la fascinación que ejerce sobre él, la juventud y belleza de Pari ejemplificada sobre todo en la escena donde él la va a ver con una flor y se queda solo, bajo la lluvia observado a la distancia por su esposa. Y asimismo, la sequedad con la que trata a Roya, su mujer: “Deja de interpretar el papel de mi madre. Ya crecí. Ya tengo 45 años. Quiero la vida que me merezco. Todos sentían lástima por mí. Perdí los mejores años de mi vida. Estoy harto de este paraíso, quiero vivir mi propia vida”, ledice Youssef a su mujer.

El protagonista observa la manera en que un carterista roba a un hombre en el autobús, pero sobre todo, se impacta al mirar a su colega un profesor ciego y a los pequeños alumnos invidentes. Su mundo de pureza e inocencia, alejado de la fealdad del mundo y de la belleza de las cosas empieza a desmoronarse. Está consciente de la lástima que le tenían y la manera en que se veía, como todos los demás ciegos. El hombre está sólo, desesperanzado, furioso con esa nueva vida aparentemente espléndida. Pero sobre todo, para el director Majid Majidi, Youssef ha quedado huérfano de la verdadera luz, de Dios, de la espiritualidad que lo acompañaba. La escena climática en la que corre en medio del tráfico de Teherán, ciego una vez más, enfrentando un posible accidente, es el inicio de la recuperación de la fe interior, la reconciliación consigo mismo y de su realidad, en una película alejada de toda sensiblería y sentimentalismo barato y exótico, con un formidable y sensitivo guión, un gran trabajo histriónico apoyado en una bellísima banda sonora y unas hermosas imágenes.

RAFAEL AVIÑA

22 de febrero 2013, Centro Histórico de la Ciudad de México